RETIDADA Y DESTRUCCIÓN DE LAS MURALLAS DE PAMPLONA

ASEDIO y TRAICIÓN

A la llegada del ejército franco ante los muros de Saraqusta, las posturas han cambiado, y la población ni se entrega ni se somete. Sulayman recibe al rey respetuosamente, en tanto que Al-Husayn, amil de la ciudad, se niega a entregarla. Carlomagno teme una traición y constata que el paseo militar previsto se puede convertir en un largo asedio a una ciudad muy bien fortificada. A esta circunstancia inesperada, se une la sublevación de los sajones que avanzan por la orilla del Rhin destruyendo poblaciones e incendiando iglesias; hechos que le convencen de la conveniencia de un rápido regreso a su reino.

RETIRADA

La fracasada expedición levanta el asedio e inicia la marcha hacia Francia. No sin exigir antes, como garantía, la entrega de un importante rescate en oro y rehenes, entre los que se encuentra el propio gobernador, Sulayman. Bajo el calor de julio en el Valle del Ebro y con la tropa desmoralizada, dos largas columnas consuman la retirada, la primera más numerosa y dirigida por el propio Carlomagno, y la segunda, algo más lenta, compuesta por la retaguardia, bagajes y rehenes. En la proximidad de Tudela, quizás al paso del río Ebro, Sulayman es liberado en una rápida escaramuza dirigida por sus hijos, Matruch y Aysun. Un golpe de mano que hurta al emperador rehenes y prestigio. Un nuevo fracaso en su aventura hispánica.

PAMPLONA DESTRUIDA

Al paso por Pamplona, último bastión fortificado antes de partir hacia Francia, para evitar rebeliones y someterla a su mandato, Carlos ordena destruir sus murallas. Dada la premura de un ejército en retirada, los daños consisten en la apertura de brechas y la eliminación de los elementos más significativos, lo que invalida la capacidad de defensa de la ciudad.

Haz click para ir al siguiente PUNTO.